Un boom en picada, el caso de Richard Jewell
El caso de Richard Jewell, trata los hechos ocurridos en los Juegos Olímpicos de 1996, donde el guardia de seguridad y protagonista de la historia, encuentra una mochila con explosivos disminuyendo enormemente las consecuencias de la misma, pero ¿qué pasa cuando el héroe nacional es mirado como principal sospechoso por el FBI? Conocida la premisa, la entrega dirigida por Clint Eastwood promete una emocionante historia de superación y lucha muy norteamericana, pero se queda principalmente en eso, una bonita promesa que sólo entrega algo bueno y algo malo.
Lo bueno, las actuaciones uno a uno.
Paul Walter, encargado de interpretar a nuestro desdichado protagonista, logra encarnar la esencia que justifica la historia real, el perfecto perfil de un Norteamericano peculiar, con un comportamiento obsesivo y muy regional, encarnando perfectamente al Jewell que vivía por su sueño y el bienestar de su madre.
Kathy Bates, encarna a la adorable señora Jewell, madre de nuestro protagonista y tiene la capacidad de transmitir, principalmente la confusión y la injusticia que vive a través de una constante melancolía y episodios de pena, poniendo al filo del ojo del espectador el amor maternal.
Sam Rockwell, lleva en sus hombros el estereotipo de abogado americano, gritón y mordaz que defiende con uñas y dientes a su cliente, pero de igual forma la de un hombre cansado que está enormemente preocupado por su viejo amigo.
Finalmente, referirnos a la actuación de Olivia Wilde, en su rol de periodista sanguinaria, haciendo todo por una historia y contrastando con muchos papeles anteriores de la actriz, cosa que saca a relucir en este filme.
Lo malo.
Hay que hacer la salvedad que a malo, lo consideraremos un trabajo ineficiente.
La cámara tiene muy poco trabajo, siendo una película que trata sobre la interioridad de los personajes esta busca mantenerse en el mundo del libro, mostrando sólo una perspectiva de observador durante toda la película, sin sacar provecho a los diversos recursos visuales que la pantalla grande ofrece.
La musicalización o uso de soundtrack es casi nula y llega a ser tan imperceptible que podrías llegar a no notar la música, una escena se sostiene en la actuación, pero no es capaz de meterte en la misma escena.
El punto más duro es la historia, el problema de todas las historias reales es que a veces, simplemente no son tan emocionantes e inspiradoras, la película tiene momentos incómodos y poco autoconclusivos, el plot point esencial donde debería vertirse todo el drama te hace preguntarte ¿ya pasó? ¿Eso fue?
Se nota que la película tiene un target, que es el público que ama la idea del espíritu norteamericano y las injusticias que puede sufrir el ciudadano estadounidense a pesar del orgullo que tengan a su sistema, la historia busca resaltar eso, el cariño y fe patriota y la confianza en sus instituciones, pero como ya nos hicimos cargo, ese es el problema de las películas basadas en hechos reales, necesitan algo básico que es el hecho de ser interesantes.
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